lunes, 26 de julio de 2010

LA FUERZA DE LA RAZÓN O LA RAZÓN A LA FUERZA

DEL BLOG DE ROSA DIEZ

¨Hay que tener mucho valor para decir eso” (que convoque elecciones, le había pedido yo) “usted que sólo representa un escaño”. Esa es una de las frases que Zapatero pronunció en respuesta a mi intervención y que ha dado bastante que hablar.

Más allá de esa curiosa percepción del Presidente del Gobierno de que yo represento un escaño en vez de sentarme en él, merece la pena que nos detengamos en el fondo de la cuestión. El Presidente quiso que quedara claro (que me quedara claro) que no merezco el mismo respeto que otros diputados que pertenecen a otros partidos políticos, porque sólo a mí se le ocurre tratar de descalificarme políticamente con tal “argumento”.

La cosa resultó doblemente llamativa porque me soltó la “frasecita” tras haberme recriminado mi insensibilidad hacia “los catalanes”, que es la forma en la que los socialistas de ahora llaman a los nacionalistas catalanes. Como yo le había dicho que tenía la obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes y que sin ley constitucional no hay democracia, empezó a explicarme lo de la sensibilidad catalana y eso de la nación jurídica diferente que la nación política. Me preguntó si yo quería ignorar lo que piensan “muchos catalanes que viven en este país, que forman parte del Estado…” y me espetó: “Qué quiere usted, ¿que les tapemos la boca?”

Fíjense que antes que a mí le había contestado a Joan Ridao, portavoz de Esquerra Republicana, que fiel a su discurso había reivindicado no ya el Estatuto sino directamente la independencia. ¿Creen ustedes que recriminó alguna de sus frases? ¿Creen ustedes que le pidió –como a mí- que reflexionara sobre el alcance de sus propuestas teniendo en cuenta que no todos los catalanes pensaban como él? No, hombre no; estuvo largamente perorando sobre las bondades del Estatuto; sobre las capacidades para el autogobierno que el nuevo texto contempla; sobre lo que va a hacer para desarrollar los artículos proclamados inconstitucionales por el Tribunal Constitucional; sobre las posibilidades que tiene de desarrollar por ley orgánica lo que la sentencia ha declarado inconstitucional…

¿Saben cuantos votos tiene Esquerra Republicana? Tiene 298.139 votos.

¿Saben cuantos ciudadanos votaron a las listas de Unión Progreso y Democracia?: 306.079.

Pero eso es lo de menos; más allá de que demuestra lo injusto de la Ley Electoral (el voto de los ciudadanos que les votaron vale tres veces más que el del ciudadano que nos votó, pues Esquerra tiene tres diputados), las palabras del Presidente demuestran una enorme incultura e insensibilidad democrática. En el Congreso de los Diputados todos somos iguales, todos representamos la soberanía popular, todos los diputados representamos al conjunto de los ciudadanos. Nos eligen en una lista, pero en cuanto tenemos el Acta adquirimos la condición de Diputado Nacional y representamos a todos los españoles, a los que nos votaron y a los que no lo hicieron.

Nos trata de despreciar por pequeños, dando a entender que los “pequeños” no tienen nada que hacer frente a los “grandes”. ¡Qué forma de validar ideas, en función de grande o pequeño! Claro, que viendo como se comportan sin escuchar a nadie, siguiendo instrucciones de quien levanta el dedo, (un dedo arriba, si; dos dedos arriba, abstención; tres dedos arriba, no), no debiera de sorprendernos.

La verdad es que es penoso. Es penoso oírle decir esto de lo que estamos hablando; es penoso (y ridículo) escucharle afirmar que considera como propias todas las lenguas del mundo (sic)…; es penoso oír como afirma que él es “pro-catalán”; es penoso que se invente la nación política; es penoso que confunda catalanes con nacionalistas catalanes; vascos con nacionalistas vascos; gallegos con nacionalistas gallegos…

Ya se que me repito, pero ¡¡Qué mala suerte hemos tenido!! Viene una etapa de fuerte inestabilidad política que en el mejor de los casos coincidirá con un débil crecimiento económico y una nula creación de empleo. Y al frente del timón tenemos a un personaje decidido a aguantar como sea, “cueste lo que cueste” que nos dijo el martes pasado. No servirá de mucho (o sí, quien sabe) pero no dejaré de decirle que utilice la única competencia que le queda y nos devuelva a los españoles la autonomía para decidir cómo nos gobiernan. No pararé de recordarle que la democracia es un contrato y que él lo ha roto unilateralmente; que no representa sólo a sus votantes (aunque también) y que el programa con el que se presentó a las elecciones no tiene nada que ver con la política que está haciendo. No pararé de exigirle que respete las normas democráticas, a los tribunales y sus sentencias; que cumpla y haga cumplir las leyes; que se comporte como el gobernante de un país democrático.

No pararé de recordarle que hay millones de españoles sin complejos que, aunque aún no han salido a la calle para decírselo, no van a consentir que les ningunee sus derechos. El derecho a la igualdad ante la ley el primero de ellos.